PRUEBA DE ACCESO DE GRIEGO A LA UNIVERSIDAD
CUESTIONARIO SOBRE LA ANTIGUA GRECIA
TEST SOBRE LA ODISEA
CUESTIONARIO SOBRE LA ANTIGUA GRECIA
TEST SOBRE LA ODISEA
LITERATURA GRIEGA DE 2º DE BACHILLERATO
Los temas de literatura griega son los siguientes:
- La poesía épica.
- La poesía lírica.
- El drama ático: tragedia y comedia.
- La historiografía.
- La oratoria y la retórica.
- La fábula.
LA ANÁBASIS
La Anábasis o Expedición de los Diez
Mil, en griego clásico Κύρου Ἀνάβασις, que significa «subida o marcha tierra adentro de Ciro»
es un relato del historiador griego Jenofonte, un discípulo de Sócrates que
participó como aventurero y posteriormente como comandante en la expedición. La
palabra griega anábasis hace referencia a una expedición de la costa hacia el
interior de un país; por el contrario, catábasis es el viaje desde el interior
a la costa.
En la aventura
descrita por Jenofonte, aunque la expedición de Ciro el Joven es una anábasis
desde Sardes, en la costa oriental del mar Egeo, hacia el interior de Persia,
en su mayor parte la obra narra el viaje de regreso de los Diez Mil desde Mesopotamia
hasta la costa del mar Negro. Por lo tanto, la expedición tiene más que ver con
una catábasis que con una anábasis.
Contenido
Tras la muerte de Darío II, rey de Persia,
en el 404 a. C., subió al trono su hijo Artajerjes II. Su hermano
pequeño, Ciro el Joven, conspiró para conseguir la corona, pero fue denunciado
por el sátrapa Tisafernes. Protegido por su madre Parisatis, fue restablecido
en su mando de Sardes. Allí, utilizó a sus anfitriones para reclutar un
ejército de mercenarios griegos. No fue muy difícil, ya que numerosos hoplitas
se encontraban desmovilizados a finales de la Guerra del Peloponeso. Además,
Ciro recibió bajo mano la ayuda de Esparta. De hecho, solicitó específicamente
recurrir a los peloponesios, reputados por su valentía, y a los que él mismo
había socorrido a lo largo de la guerra, pero si bien Esparta no quiso
implicarse abiertamente en la campaña, permitió que muchos de sus soldados,
veteranos de la Guerra del Peloponeso, se alistaran libremente como
mercenarios. Clearco, el ex gobernador espartano de Bizancio que había sido
desterrado de la patria por rebelión, asumió el mando de las tropas espartanas
y por ende del resto de los mercenarios griegos.
Ciro reunió a su ejército, compuesto
por tropas griegas y persas, en la ciudad de Sardes (Asia Menor) Según
Jenofonte (Jenofonte Anábasis 1.2.9), el contingente de mercenarios griegos
estaba formado por:
4000 hoplitas bajo Xenias de Arcadia,
hasta que dejó el ejército en Siria.
1500 hoplitas y 500 de infantería
ligera bajo Próxeno de Beocia.
1000 hoplitas bajo Soféneto de
Estínfalo.
500 hoplitas bajo Sócrates de Acaya.
300 hoplitas y 300 peltastas bajo Pasión
de Mégara, hasta que dejó el ejército en Siria.
1000 hoplitas y 500 peltastas bajo Menón
de Tesalia.
1000 hoplitas, 800 peltastas tracios
y 200 arqueros cretenses bajo Clearco de Lacedemonia.
300 hoplitas bajo Sóside el
siracusano.
1000 hoplitas bajo Soféneto el
arcadio.
Ciro ocultó, al principio, el
objetivo de su expedición: les anunció que quería someter la región rebelde de Pisidia.
Una vez que el ejército sorteó esta región y llegó a los límites del Éufrates,
no pudo seguir ocultando la verdad: los soldados se indignaron al principio,
pero se apaciguaron por la promesa de generosas pagas.
En la Batalla
de Cunaxa (401 a. C.), las tropas de Ciro se enfrentaron a las de
Artajerjes. Los mercenarios griegos formaron la falange en el ala derecha y
derrotaron fácilmente al flanco izquierdo del ejército persa, pero Ciro, tras
encabezar un ataque directo con su caballería contra la posición donde se
encontraba su hermano Artajerjes, encontró la muerte. Tras perder a su líder,
las tropas persas de Ciro comenzaron a huir y a rendirse en masa. Los
victoriosos griegos se encontraron solos y aislados en el inmenso Imperio persa.
La retirada
El ejército griego concluyó primero
una tregua con Artajerjes, que no quería arriesgarse a perder más hombres a
manos de simples mercenarios. Acompañados por las tropas del sátrapa
Tisafernes, los helenos dieron media vuelta hasta las orillas del Tigris. Allí,
Tisafernes recibió en su campamento a los comandantes griegos encabezados por Clearco
para concluir las condiciones del acuerdo, pero les tendió una trampa y los
masacró sin piedad, dejando de un plumazo a los Diez mil sin sus líderes. Los
soldados presionaron entonces al joven Jenofonte para acaudillar la retaguardia
y llevar a cabo la retirada.
Atravesaron primero el desierto de Siria,
Babilonia, después la Armenia nevada, para regresar a su patria. Al final,
después de varios meses de marcha y de numerosos enfrentamientos con los
pueblos de los territorios que cruzaban, llegaron al Mar Negro en Trapezunte.
Fue el famoso momento del grito «¡θάλασσα! ¡θάλασσα!, ¡Thalassa! ¡Thalassa!» («¡El mar! ¡El mar!)» relatado por Jenofonte en su Anábasis. Les
quedaban aún 1.000 km por recorrer.
Sin embargo, los griegos no se
habían librado: les hacían falta barcos. Quirísofo, estratego comandante en
jefe, partió a Bizancio para conseguirlos, mientras los griegos reemprendían la
marcha en dirección a Paflagonia. Las ciudades griegas del litoral, en lugar de
acogerles, les mantuvieron a distancia, por miedo a posibles pillajes -es cierto que
la mayoría de los griegos rechazaron volver a su hogar sin botín-. La rebelión
brotó en las filas, y los arcadios y aqueos acabaron por hacer secesión. El
ejército estuvo a punto de ceder al pánico cuando se propagó el rumor de que
Jenofonte deseaba ir a fundar una colonia en Asia. Lo refutó ante el ejército
constituido en asamblea.
Abandonados por
los espartanos, en adelante aliados de los persas, los griegos se alquilaron
entonces a un dinasta tracio. En el 400 a. C., se negó a pagarles. Un
general espartano, Tibrón, les contrató para luchar contra los sátrapas Tisafernes
y Farnabazo I, quienes tiranizaban las ciudades griegas de Jonia. Los Diez mil,
que entonces no eran mucho más de 5.000, marcharon a Lámpsaco y después a Pérgamo,
donde Jenofonte cedió el mando a Tibrón.
Consecuencias de la expedición de
los Diez mil
El periplo del contingente griego a
través el Imperio persa sorprendió a los contemporáneos de Jenofonte. Era la
primera vez que un grupo de griegos llegaba a escaparse del corazón de un
imperio hasta entonces inviolado. La expedición demostró que dicho imperio, que
había invadido dos veces a Grecia durante las Guerras Médicas, no era quizás,
tan temible.
Una pequeña tropa de mercenarios
logró lo inimaginable: escapar de la venganza de Artajerjes y de sus ejércitos
en el corazón mismo de su reino. Su éxito, además de demostrar la innegable
superioridad militar de los griegos sobre los persas, demostró que era posible
una expedición a las tierras del Gran Rey. Esta lección será recordada por los macedonios.
Otra consecuencia de la expedición
de los Diez mil fue la evolución del mercenariado: los contingentes iniciales
contratados por Ciro respondían a la lógica clásica de la oferta y la demanda
de los ejércitos. Ciro era el contratante y los Diez mil no respondían a
ninguna otra realidad más que al número de mercenarios griegos que componían las
tropas que reclutó contra su hermano. Después
de la batalla estos mismos griegos se encontraron liberados por la muerte en
combate de Ciro, en pleno territorio enemigo. Nombraron jefes y decidieron
subir hacia el norte, hasta el Mar Negro, hacia las ciudades griegas que creían
que les acogerían.
Una astucia de
Tisafernes estuvo a punto de poner fin al periplo, pero los griegos no
abandonaron y se nombraron jefes nuevos: es a partir de este momento cuando se
puede hablar de los Diez mil. Su llegada ante las ciudades costeras griegas
mostró una nueva faceta de estos mercenarios: a partir de pequeños contingentes,
unidos por Ciro y mantenidos por su sola voluntad y por promesas falaces, el
mundo antiguo descubrió un ejército entero de mercenarios, organizado,
experimentado y sobre todo autónomo.
Jenofonte: biografía
Jenofonte era natural del demo de
Erquia, perteneciente a Atenas. Nació de padres acomodados hacia el año 430
a.C. Como Platón, Jenofonte es testigo de una época revuelta y amarga de la
historia de Grecia: el comienzo de las hostilidades entre Esparta y Atenas, la
muerte de Pericles y la mortífera peste, trazan una línea frente a la época
anterior; y al final de la larga guerra, la derrota y el torpe gobierno de los
Treinta Tiranos. Como otros jóvenes atenienses de familias acomodadas, pudo
consagrarse plenamente al deporte de la equitación, que era su gran pasión.
Cuando su amigo
Próxeno de Beocia hacía levas en el año 401 para la expedición de Ciro el
Joven, que aspiraba a derrotar del trono a su hermano Artajerjes II, se dejó
convencer y se alistó en la empresa. Quizás por huir del ambiente político de
Atenas en el año 401, cuando la ciudad restauraba la democracia. Esta empresa
era apoyada por Esparta, por lo que no fue del gusto de Atenas; sin embargo
Jenofonte se decidió a seguir a Ciro.
Al norte de Babilonia, en la ciudad
de Cunaxa, muere Ciro en el 401, quedando las tropas griegas abandonadas, con
lo que se produce el inicio de la retirada hacia la patria, que será narrada
por Jenofonte en su Anábasis. Tras un cierto tiempo en el que estuvo al frente
de las tropas el espartano Quirísofo, el rey de Esparta Agesilao asumió el
mando de éstas y Jenofonte entabló una íntima amistad con él.
Sus conciudadanos lo desterraron
debido a sus simpatías por Esparta y a su oposición a la democracia ateniense;
ello no le afectó gravemente, ya que Agesilao le concedió la proxenía, es decir
la ciudadanía espartana, al tiempo que le otorgó una finca en Escilunte, cerca
de Olimpia. En placentera tranquilidad pasó allí un cierto tiempo, dedicado a
la caza y a la redacción de sus obras. Sin embargo esta tranquilidad se rompió
en el año 370, cuando los eleos, enemistados con Esparta, se apoderaron de la
localidad después de la batalla de Leuctra, por lo que Jenofonte tuvo que huir
a Corinto. En Corinto pasó la última etapa de su vida y no parece que regresara
a Atenas cuando los atenienses le levantaron el destierro. Murió poco después
del 355.
La Anábasis. Entre sus obras
históricas ocupa un lugar principal a causa de la naturalidad con que Jenofonte
nos habla de sus propias experiencias, por la cantidad de pormenores
geográficos y etnográficos y el excelente espíritu militar del conjunto. La
obra está dividida en siete libros, pero es probable que esta división sea
posterior al propio autor, así como los resúmenes iniciales de cada uno de
éstos.
Cada libro se
compone de varios capítulos. Sólo los seis primeros capítulos del libro I
relatan la anábasis propiamente dicha, es decir, la marcha hacia el interior
del país; sigue luego la descripción de la batalla de Cunaxa y la parte
principal de la obra se ocupa de la narración de la atrevida retirada hacia el
mar Negro, a través de países enemigos y de montañas intransitables. También
narra el posterior destino de la tropa hasta su reunión con el resto de las
fuerzas espartanas. Hay que destacar el hecho de que para resaltar su propia
actuación, ponga en segundo plano la del espartano Quirísofo, que, en realidad,
ostentaba el mando de la retirada. Parece que Jenofonte trataba de dejar claro
su papel en la expedición, subrayando que marchó con Ciro sin conocer, en un
principio, su plan de derrocar a Artajerjes. Repetidamente, Jenofonte demuestra
su fe en la disciplina y en el buen orden, es animoso y sensato y está en todas
partes para ayudar a los soldados. La Anábasis tiene influjo de la épica y de
los relatos de Heródoto, al evocar paisajes, costumbres locales e incluso fauna
y flora de los lugares por los que se viaja. Otro rasgo importante en la
concepción de la Anábasis es la exposición de cómo, en circunstancias críticas,
la camaradería de los guerreros se sobrepone a las rivalidades y a los
nacionalismos. Pese a la distinta procedencia, espartanos, atenienses, tebanos,
tesalios, los griegos se sienten hermanados en una empresa común.
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